miércoles, 29 de abril de 2009

Colchagua, es dentro de Chile la zona donde existen lugares historicos mejores conservados, es aquí en este valle donde se escribió gran parte de la Historia de Chile, donde las Haciendas se estructuraron como la unidad económica de mayor duración en el país. Donde la tradición y patrimonio se conservan intactos a pesar del tiempo.

El señorialismo de las haciendas colchagüinas, quizás no se encuentra en otra parte del país. Allí es donde se levantaron los grandes “ Palacios Criollos”, combinación de pueblos amurallados, conventos, haciendas autoabastecidas.
Grandes espacios de vivienda, bodegaje, servicios religiosos, donde vivía mucha gente: Por una parte, los Patrones, sirvientes e inquilinos.


Colchagua, San Fernando y Santa Cruz donde tradicionalmente se han ubicado los fundos más destacados y tradicionales de las grandes fortunas de Chile.


La Hacienda como unidad Económica.

Durante el siglo XVII, la hacienda se fue consolidando como unidad económica, mientras la encomienda cedía como sistema de trabajo e institución social.
El auge de la ganadería y la agricultura hace que La hacienda se fuera conformando en una segunda etapa económica del período colonial, ya que fue sustituyendo a la explotación
minera y es entonces donde la tierra empezó a adquirir un alto valor.
Así nace el gran Latifundio que caracterizo el paisaje rural durante siglo y medio a partir de la Independencia y que dejó profundas huellas en el carácter de la sociedad Chilena.
















Departamento de Caupolicán, hoy parte del valle de Colchagua, angosto valle agrícola que comienza a los pies de los Andes y se extiende en dirección oeste hasta el Océano Pácifico, bañado en toda su extensión por el Tinguiririca. Ubicada aproximadamente a unos 150 Km. al sur de Santiago.
Numerosas haciendas formaban lo que durante el siglo pasado se conoció como Departamento de Caupolicán, ubicado entre Rancagua y San Fernando, y que posteriormente se dividió entre las provincias de O’Higgins y Colchagua
.

Cuantiosas eran las tierras que estaban también en manos de una misma familia.
En la misma zona, comuna de Palmilla, aparece en registros de 1897 el Presidente de la República, don Federico Errázuriz, propietario de la Hacienda San José del Carmen de El Huique junto a Gertrudis Echeñique, además de propietario de dos fundos, Pupilla y Los Maquis; don Luis y don Javier Errázuriz compartían el gran
fundo o hacienda Las Majadas; don Ladislao Errázuriz Echaurren, la hacienda San José; y don
Elías Errázuriz Echaurren, la hacienda Colchagua. Finalmente, don Javier Errázuriz Echaurren poseía la hacienda Peralillo. Calculamos que el 85 por ciento de la comuna pertenecía a la misma familia. En la vecina localidad de San Vicente los fundos Idahue y Tagua Tagua eran de parientes cercanos.

José Bengoa, “Haciendas y Campesinos_ Historia Social de la Agricultura Chilena Tomo II”

El Huique, hacienda de grandes casas lujosas y bien alhajadas, verdadero
“palacio criollo”.
La familia Echeñique poseía la hacienda desde
mediados de 1700, y por matrimonios, emparentamientos, ha pasando de mano en mano y de político en político, hasta terminar en estos días en manos del Ejército de Chile, que ha instalado allí un gran museo.




INFRAESTRUCTURA PRINCIPAL DE LA HACIENDA SAN JOSÉ DEL CARMEN DE EL HUIQUE.






















Hacienda El Huique
No se sabe qué arquitecto diseñó esta casa, que a fines del siglo XIX tenía 20 mil metros cuadrados, diez mil de ellos correspondientes a patios.


La arquitectura se caracteriza por su sencillez y austeridad, por sus robustas proporciones y amplia escala; en esto influyó el bajo costo de los terrenos y la frecuencia de los temblores». Ellos explican el enorme espesor de los muros, los vanos de tamaño mediano y generalmente centrados en las paredes, el predominio de un solo piso y un altillo sobre la portada. Sobre ella las familias aristocráticas colocaban sus escudos de armas e insignias.

La Casa Patronal, Organizada en torno a sus 22 patios, sus muros son de adobe y los sobrecimientos de albañilería de ladrillo. Posee pisos de pastelón de arcilla, y sus tejas descansan en envigados y pilares de roble y ciprés.

En el acceso la planta presenta forma de U hacia la calle, antecediéndole un antejardín afrancesado, con parterres de boj recortado y empedrado de huevillo. Son 250 metros de frente que se abren hacia una explanada, donde los distintos capataces de la hacienda recibían las instrucciones a caballo.

En 1860 El Huique poseía 8.850 ha y tenía una masa ganadera de
casi 3 mil vacunos. “En la hacienda vivían unas 25 a 40 familias de
inquilinos, que moraban en toscas chozas de una o dos piezas, a veces de adobe
y tejas, pero por lo general de caña y lodo. Todos seguían la práctica de dar
trabajo a cambio de tierra de la hacienda, pero había varios tipos de inquilinaje,
con distintos emolumentos y obligaciones.


En 1897 El Huique estaba avaluado en 475 mil pesos.
Arnold Bauer, ”La hacienda El Huique en la estructura agraria del Chile decimonónico”, en Enrique Florescano (ed.), Haciendas, latifundios y plantaciones (México: Siglo XXI Editores. 1975).


La Gente en el territorio de la Hacienda.

Dentro de la hacienda se estableció un nuevo tipo de organización de grupos sociales y de trabajo.
El gañán era el campesino que residía y trabajaba permanentemente en ella, constituyendo su base social.
El jornalero trabajaba para la hacienda cuando se requería más mano de obra para sembrar, cosechar u otra labor.
El inquilino correspondió a un tipo especial de campesino que debía colaborar en las temporadas de siembra o cosecha, aportando trabajadores de su dependencia a cambio del usufructo o goce de las tierras situadas en los lindes de la propiedad

Fuera de los inquilinos y trabajadores existía el personal de vigilancia,
formado por el administrador, dos mayordomos que vigilaban los trabajos, un mayordomo de aguas, los vaqueros o compañistas al cuidado del ganado y un llavero al cuidado de las bodegas.


San José del Carmen de El Huique es un testimonio excepcional de la forma de vida propia de la hacienda chilena, y como tal, de la cultura agrícola tradicional de la zona central de Chile.



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